Un cambio de enfoque es clave para entender que el mantenimiento y las inversiones en eficiencia energética pueden ser aliados estratégicos para mejorar la cuenta de resultados de nuestra empresa.
De entre todas las disciplinas que abarca el Facility Management, el mantenimiento suele ser uno de los “patitos feos”, ya que a menudo se percibe como un mal necesario. De igual modo, cuando hablamos de inversiones destinadas a lograr ahorros energéticos, nos enfrentamos al dilema del coste de oportunidad y a la barrera que supone una inversión significativa en una actividad que no forma parte del core business de la empresa.
En la cuenta de explotación de muchas organizaciones, los gastos suelen clasificarse diferenciando entre los vinculados con la producción y los que consideramos costes fijos. En este último grupo incluimos aquellos necesarios para el funcionamiento de la empresa pero que, aparentemente, no aportan valor directo. ¿Encaja aquí el mantenimiento? Sí y no. Me explico:
- Sí, porque es un gasto que no impacta directamente en la producción y, cuando lo hace, su efecto es difícil de cuantificar.
- No, y aquí está el punto clave, porque un buen mantenimiento sí repercute positivamente en los resultados de la empresa.
Pero veamos que piensa la gente: una encuesta realizada por IFMA en 2020 revela que casi el 70% de las organizaciones considera el mantenimiento como una herramienta para “aumentar la disponibilidad de los equipos”, es decir, un gasto necesario para sostener la actividad productiva.
Por otro lado, cerca del 18% de los encuestados lo ve como una forma de reducir inversiones y optimizar el presupuesto. Es responsabilidad de todos los que creemos en el potencial del Facility Management destacar estos aspectos del mantenimiento y posicionarlo como un generador de valor añadido, no como un simple coste inevitable.
La realidad es que en un mercado tan competitivo como el actual, independientemente del sector, una reducción de costes del 1% puede marcar la diferencia entre sobrevivir o no a largo plazo. Todos conocemos, por ejemplo, los beneficios de un buen mantenimiento preventivo: disminución de averías, conservación de la eficiencia energética de los equipos, etc. Pero si vamos un paso más allá, y diseñamos una estrategia de Facility Management a largo plazo, podemos incorporar elementos clave como:
- Ciclo de vida del equipamiento, analizando el número y coste de averías, la eficiencia energética del equipo y de las instalaciones y el rendimiento frente al coste de inversión renovación. Esto permite determinar el momento óptimo para invertir, maximizando la vida útil y la eficiencia de los equipos.
- Modelos alternativos a la inversión directa, como leasing o renting de equipos, o modelos de Servicios Energéticos, en los que la empresa ejecutora asume la inversión y la recupera a través los ahorros generados. Modelos como el de las “4 prestaciones del IDAE”, que tuvieron gran acogida en el pasado, siguen siendo aplicables hoy, adaptados a las nuevas necesidades de las organizaciones.
Además, es fundamental contar con tecnólogos y expertos que conozcan las soluciones técnicas más adecuadas, los modelos de negocio innovadores y las subvenciones y ayudas disponibles. No quiero dejar de mencionar una herramienta muy relevante en la actualidad: los CAEs (Certificados de Ahorro Energético), que han llegado para dinamizar la inversión en materia de Eficiencia Energética. Aunque su principal objetivo es fomentar la Eficiencia Energética y Sostenibilidad, no hay que obviar que también pueden facilitar la renovación de equipos cuya sustitución sería inviable sin estas ayudas.

Fernando Durbán Hacar. Director General – INDEL Facilities